TARAHUMARAS
Los
Tarahumaras se llaman a sí mismos RARÁMURI que traducen como “gente” en
oposición al “mestizo”, al hombre de barba, el chabochi o yori.
La
mayoría de los tarahumaras viven en la
Sierra Tarahumara, ubicada en el noroeste de México, en
el estado de Chihuahua. Es una región donde escasea el agua,
de clima extremoso: encontramos profundas y calurosas barrancas, al igual que elevadas y frías cumbres. Pese a las prolongadas sequías, la Sierra
se distingue por su inmensidad y su impactante belleza.
También
hay grupos de rarámuri en las grandes
urbes de Chihuahua (capital del estado homónimo) y Ciudad Juárez, y en los estados de Baja California, Coahuila, Durango, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas. Todos ellos han migrado en busca
del sustento que no encontraron en
su lugar de origen.
Los tarahumaras son reconocidos por
su resistencia física. En su juego de la
rara jipa, los hombres corren muchos kilómetros atravesando el escarpado paisaje de las barrancas o
los valles de la cumbre. Tan reconocida resulta la dureza física delos rarámuri,
que los hombres son invitados a los ultra
maratones de 100 millas en Colorado y Los Ángeles, donde en 1993 Victoriano
Churo alcanzó el primer lugar, hazaña que repitieron Juan Herrera en 1994 y
Cirildo Chacarito en 1997.
Los
tarahumaras son el objetivo de esta investigación, repasando aspectos como su
lengua, vestido, alimentación, religión, fiestas etc. Con la finalidad de
conocer en un panorama general a este grupo que forma parte de la diversidad
cultural de México y de esta manera reconocer su importancia dentro del marco
de etnias que conforman al país.
LOCALIZACION GEOGRAFICA (mapa)
DESARROLLO
Historia
A la
llegada de los españoles, el actual estado de Chihuahua era ocupado por varios
pueblos: los tubares, los tobosos, los cocoyomes, los joyas, los conchos, los
guazapares, los chinipas, los tarahumaras, los salineros y los pimas.
Los
tarahumaras ocupaban el territorio que recorre la estribación este de la sierra
Tarahumara. Se tiene poca información acerca de su cultura y forma de vida. Al
parecer, su organización se fundaba en el parentesco basado en relaciones
recíprocas y contaban con un cacique o "principal". Se supone que
estos caciques gobernaban una o varias rancherías, pero no existía un gobierno
unificado para toda la nación rarámuri. Eran agricultores, sembraban
principalmente maíz y frijol, actividad que complementaban con la caza y la
recolección.
En la
segunda mitad del siglo XVI se inició la colonización del actual estado de
Chihuahua con la explotación de una mina en 1557 y la fundación de Santa
Bárbara, primer centro de población española. Los jesuitas establecieron una
misión en el Valle de San Pablo, hoy Balleza, hacia 1607; sin embargo, la tarea
evangelizadora se suspendió por la rebelión de tarahumaras y tepehuanes en
1620, reanudándose hasta 1639 con la misión de San Felipe de Jesús.
En 1631
se empezó a explotar la mina de San José del Parral, por lo que Parral se
convirtió en importante mercado de productos y mano de obra para los rarámuri.
Pronto, ganaderos y agricultores empezaron a apoderarse de las mejores tierras,
lo cual obligó a los tarahumaras a internarse cada vez más en la sierra. Éstos,
reducidos a pueblos de misión eran forzados a prestar trabajo en las minas
cuando esta actividad cobró auge a mediados del siglo XVII.
Los
jesuitas, establecidos en las misiones, se desplazaban de ahí hacia regiones de
"gentiles" para convertirlos y congregarlos en pueblos, de donde los
indígenas huían. Sustituían a los caciques por nuevas autoridades, como
gobernadores, capitanes, generales, soldados, fiscales, mayores y temastianes.
A los habitantes de los pueblos que no cumplían con los oficios católicos les
imponían castigos que iban desde azotes hasta la condena al trabajo forzado a
perpetuidad. Cada misión cultivaba campos y criaba ganado para abastecer los
centros mineros y las poblaciones misionales.
Durante
el siglo XVII hubo una serie de rebeliones que impidieron la consolidación del
sistema misional. En 1651 los tarahumaras se levantaron en armas contra los
españoles, debido al descontento que provocó la ocupación permanente del Valle
de Papigochi por parte de los españoles. Dos años después los naturales fueron
obligados a pactar la paz forzados por la destrucción de sus siembras; a
cambio, los españoles abandonaron la sierra.
A
partir del siglo XVIII los jesuitas optaron por no obligarlos a establecerse en
pueblos sino dejarlos que asistieran sólo al trabajo y a los rituales en la
iglesia; con esto disminuyó considerablemente la población natural establecida
en pueblos.
Al
momento de la expulsión de los jesuitas de la Nueva España en 1767, tenían 28
misiones en la Alta y Baja Tarahumara, que pasaron al clero secular del
obispado de Durango y a los franciscanos de Zacatecas.
En 1876
se rebelaron los rarámuri de Nonoava, debido al despojo de tierras de que
fueron objeto por parte de mestizos amparados en las leyes de desamortización
dictadas en 1856. Aunque el conflicto se solucionó con la devolución de las
tierras, nuevos levantamientos se registran en Agua Amarilla en 1895 y en
Chinatú en 1898 debido a los abusos de los mestizos.
A fines
del siglo XIX y principios del XX se intensificó la actividad minera, que se
vino abajo finalmente con la caída mundial del precio de la plata y el auge de
la explotación forestal, que trajo consigo la llegada de extranjeros a
territorio rarámuri y la construcción del ferrocarril Kansas City.
En 1900
se reinstalaron los jesuitas en la sierra reiniciando su labor evangelizadora y
fundando escuelas. Durante el periodo revolucionario, muchos enfrentamientos
armados se efectuaron en la sierra, pero los tarahumaras sólo participaron por
accidente.
En 1938
se estableció en Guachochi una escuela Normal para maestros indígenas, cuyos
egresados crearon el Consejo Supremo Tarahumara. Con la reforma agraria los
tarahumaras fueron dotados de tierras ejidales; es entonces cuando el bosque es
demandado para la instalación de aserraderos o contrataciones con las compañías
madereras. Entre estas últimas destacan las que se desprenden del Grupo
Chihuahua.
La
explotación del bosque y la tenencia de la tierra marcan significativamente los
procesos sociales que se desarrollan en la actualidad en la región y que han
derivado en relaciones asimétricas entre mestizos y rarámuris.
Ubicación geográfica
Habitan
la parte de la Sierra Madre Occidental que atraviesa el estado de Chihuahua y
el suroeste de Durango y Sonora. Comparten este territorio con los tepehuanes,
pimas, guarojíos y mestizos. De los grupos originarios de la región es el más
numeroso y habita un espacio más amplio que los demás, por lo que a su
territorio también se le denomina sierra Tarahumara.
La
sierra Tarahumara está formada por elevadas montañas que alcanzan de 2 000 a 3
000 msnm y profundas barrancas. Se le ha dividido geográficamente en Alta y
Baja Tarahumara. Este grupo vive de manera dispersa en rancherías y pueblos en
los municipios de Guadalupe y Calvo, Morelos, Balleza, Guachochi, Batopilas,
Urique, Guazaparez, Moris, Uruachi, Chínipas, Maguarichi, Bocoyna, Nonoava,
Carichí, Ocampo, Guerrero y Temósachi.
Lengua
La
lengua tarahumara forma parte de la familia yuto-azteca, que se extiende desde
Utah en los Estados Unidos hasta Centroamérica y está considerada junto con el
concho y el guarojío dentro del subgrupo cahíta-ópata-tarahumara, emparentado
con el subgrupo pima-tepehuano y el cora-huichol.
La
diversidad de lenguas yuto-aztecas que se hablan en el noroeste de México puede
ser indicativa de que los hablantes de estas lenguas han ocupado el territorio
por miles de años.
Existen
diferencias dialectales en la lengua tarahumara que, sin llegar a ser muy
profundas, provocan una cierta inteligibilidad entre todos los hablantes de
tarahumara.
Vestimenta
Hoy en
día, el traje tradicional de las mujeres
tarahumaras es un diseño de la Colonia:
faldas o sipúchaka de pliegues, muy amplias,
y blusas o mapáchaka holgadas.
Al
principio usaban algodón blanco y
posteriormente comenzaron con los
colores, entre más chillantes, más agradables a la
vista del tarahumara. Las únicas mujeres que se visten hoy con faldas blancas son las ancianas. Las faldas y las mapáchaka son reversibles:
están cosidas de cierta forma para que uno pueda voltear la ropa y aprovechar
los dos lados, porque a las telas, de tanto andar por los caminos —pastando a
las chivas o cortando leña—, les da el majagua rayénari, es decir, se asustan
con el sol. Para el diario, traen puestas de tres a cuatro faldas, y cuando
es día de fiesta se ponen unas tres faldas más. Los hombres usan calzones o wisiburka —con un pico que sobresale de atrás—, al igual que
una faja tejida por ellos. Los rarámuri,
sobre todo en los días de fiesta, portan una corona de tela blanca o de colores
llamada koyera. Llevan sus aká o guaraches de suela de llanta y correas de
cuero.
Alimentación
Cuando llegaron
los misioneros, los rarámuri vivían en ranchos distanciados unos de otros. No
había pueblos ni centros donde reunirse. Cultivaban maíz, frijol y calabaza, y
practicaban la recolección silvestre.
Además
de la pesca, cazaban animales que hoy en
día ya no existen o están en peligro de extinción; por ejemplo, faisanes,
guacos (pavo real de la zona), garzas, patos, codornices,
golondrinas, conejos; varias especies de ardillas y ratones; zorrillos,
mapaches, venados cola blanca y jabalíes, al igual que algunos reptiles y anfibios, como la
lagartija y la rana, sobre todo en las temporadas en que los granos y los vegetales silvestres
escaseaban. Para sus curaciones usaban la víbora de cascabel, el zorrillo, el oso, el lobo y el
coyote. Estos tres últimos también servían como alimento. Recolectaban diversas
clases de hongos y gran variedad de frutas
y nueces: moras, tejocotes, capulines, zapotes y fresas, bellotas y
piñones. Entre las plantas medicinales
que utilizaban se encuentran el peyote, el toloache, el tabaco, la caña, el
bromo o basiáwari, la yerbabuena, el amole, la yuca y el orégano.
Las
mulas, los bueyes y las cabras, que habían traído los conquistadores,
aparecieron en la vida de las comunidades y se volvieron indispensables. Parece
que el uso del maíz como alimento
también sufrió un cambio, pues antes lo comían tostado y molido en el metate,
es decir, como pinole, y a la llegada de los españoles adoptaron la tortilla;
este alimento, propio de los grupos indígenas del sur del país, fue introducido
en la Sierra por los misioneros. Con la domesticación de animales comienza la
transformación de una cultura semi sedentaria (que combinaba la agricultura, la
caza y la recolección) hacia una cultura de agricultores con “residencias
movibles”, es decir, que viven la temporada de invierno en las barrancas y la
de verano en la cumbre. Las fibras
vegetales, utilizadas en la confección de sus vestidos, fajas y cobijas, fueron
sustituidas por la lana de borrego. A los tradicionales cultivos de maíz,
frijol y calabaza, se añadieron los de trigo, garbanzo, chícharo, papa, manzana, durazno y ciruela, entre otros.
Tipo de vivienda
Los
tarahumaras habitan en ranchos; su vivienda consiste en una casa-habitación, un
granero y un corral de madera. Las casas se construyen con madera, adobe,
cantera o piedra, dependiendo del material que haya en la región. Lo más común
es encontrar viviendas hechas de troncos de pino dispuestos de manera
horizontal, uno sobre otro, con techo de canoa o de vigas de dos aguas; los
troncos son ensamblados en las esquinas y las rendijas son tapadas con una
mezcla de lodo.
Generalmente
la vivienda consta de un solo cuarto pero también las hay de dos o más. El
mobiliario consiste en una estufa o calentón hecho de lámina, el metate,
utensilios de cocina, una estructura de madera que sirve de cama y cobijas. La
vivienda se utiliza para guarecerse del frío o la lluvia, pero es muy común que
la gente duerma y cocine a la intemperie.
Para
construir una casa generalmente se organiza una tesgüinada.
El 52
por ciento de los hablantes del tarahumara viven en ranchos de menos de 100 personas. De todos los
grupos indígenas del país, los rarámuri son los que viven de manera más
dispersa. Un conjunto de ranchos, entre dos y cinco, forman una comunidad.
Normalmente, cada comunidad se nombra a partir de su centro, donde casi siempre existe un templo católico, aunque hay algunos que no cuentan con él. Son pocas las rancherías a las que se
accede por caminos; para llegar a la mayoría de ellas hay que usar las veredas
de los rarámuri, que son como sus redes sociales: son las que los acercan a la
gente, las que entretejen sus lugares más recurrentes, las que los llevan al
pueblo más cercano para comprar algo de
despensa o al rancho vecino donde vive algún
pariente o amigo.
Además,
muchos de ellos viven durante el invierno en las barrancas y en el verano en la
cumbre; en ambos lugares tienen varias tierras dispersas,
algunas de ellas con restos de casas donde sus abuelos o padres vivieron. A los
rarámuri les gusta cambiarse de casa cada
cierto tiempo, por lo que es común ver casas “abandonadas”, las cuales seguramente en algún momento volverán a ser ocupadas.
Su
patrón de asentamiento es disperso y móvil. La importancia que tiene para ellos
la movilidad puede observarse en las fiestas, donde casi siempre hay
procesiones. Durante éstas, llamadas mapawika mabá, que significa “todos vamos”,
los rarámuri van de casa en casa, o de rancho en rancho, tomando tesgüino; como grupo disperso, esta costumbre
es muy importante porque les permite comunicarse entre ellos.
Una casa
rarámuri consta de un cuarto de 3 x 5 metros, aproximadamente, y de un patio dos
o tres veces más grande que el cuarto. La habitación puede ser de piedra y techo
de palma, o de tableta o —más recientemente—
de adobe y techo de lá-mina. Son casas con olor a kobisi pinole; a maíz tostado molido en el metate, con agua (llamado
kiorí o esquiate); a tortillas, frijoles y humo de táscate.
Todo el
día permanece prendida una fogata sobre el piso de tierra, en la que se están
cocinando frijoles, calentando café, o cociendo tortillas sobre un comal de
barro o de lámina. Algunos rarámuri tienen calentones de lámina, regalados por
la Coordinadora Estatal de la Tarahumara, hechos con la mitad de un tambo de
gasolina. El problema de estos calentones es que gastan mucha leña, razón por
la que los rarámuri prefieren seguir usando su antiquísima cocina: leña de táscate sobre un piso de tierra.
El manejo
del fuego es sorprendente, pues hasta los niños pequeños saben prender una
fogata en pocos minutos.
El cuarto
rarámuri, sobre todo los más viejos, además de pequeño, no tiene ventanas, y en
algunos casos el techo es muy bajo, por lo que una persona no puede estar de
pie. Una de las razones es que la
vida del rarámuri transcurre en el patio, los cerros, las milpas, las
barrancas. Afuera es donde está su trabajo: visto desde esta perspectiva, lo
que llamamos “la casa rará-muri”
es muy grande: consta de un cuarto, un patio y un gran entorno.
El
cuarto sirve como almacén, y también para dormir y para protegerse cuando hay
lluvias, truenos o frío. En las noches, muchos de los ranchos tarahumaras no se
iluminan con luz eléctrica sino con las fogatas y la luz de la luna. La energía
eléctrica, el teléfono y la televisión se encuentran sobre todo en las
poblaciones que surgieron por la explotación minera.
Religión
En los
relatos rarámuri se cuenta que en el principio de los tiempos Dios les dio vida
a ellos y el diablo a los chabochi. Así explican las relaciones asimétricas
entre la sociedad rarámuri y la sociedad mestiza.
La
religión de los tarahumaras está presente en las relaciones interpersonales, en
la institución política del pueblo, en los valores morales, normas y costumbres
que rigen a su sociedad. Su religión se constituye tanto de elementos
anteriores a la evangelización jesuita como de los que han tomado de la
religión católica. Las deidades principales son Támuje Onorá u Onóruame,
"Nuestro Padre", asociado con el Sol y Tamujé Yerá o Iyerúame,
"Nuestra Madre", asociada con la Luna y la Virgen María.
Los
miembros de un pueblo se reúnen los domingos en la iglesia para escuchar el
"rezo del mestrdi", por lo general en su misma lengua. A veces se
invita a los sacerdotes católicos para que oficien misa e impartan el
sacramento del bautismo.
Existen
otros rituales como los de curación y los ligados al ciclo agrícola que no se
realizan en la iglesia sino en algún rancho, en los campos de cultivo o en los
cerros. En estas ceremonias se danza, se come y se bebe tesgüino.
Fiestas religiosas y paganas
El
calendario festivo está estrechamente relacionado con el ciclo agrícola. Las
fiestas más importantes son el día de La Candelaria, Semana Santa, la fiesta
del patrón de la iglesia, la Purísima Concepción, la Virgen de Guadalupe, la
navidad, el fin de año y la Epifanía.
En las
ceremonias se llevan a cabo las danzas de Matachines y Yúmari -excepto en
Semana Santa en que se baila Fariseos y Pascola- y se ofrece tesgüino y comida
a Onóruame, que se comparte con los asistentes a la celebración.
Las
fiestas de los tarahumaras pueden dividirse en dos grandes
grupos: las que realizan en los templos “católicos” o riobachi, construidos a
partir de la Colonia, y las que hacen en
sus casas, llamada también fiestas de patio o awílachi. En los templos festejan
las celebraciones que coinciden con el calendario litúrgico cristiano.
La más grande
de ellas es la de la Semana Santa o norirúachi; en esa ocasión, los rará-muri
llegan desde sus rancherías al templo, a veces después de caminar más de cinco
horas. En este mismo grupo están las fiestas del santo patrón de la comunidad, de
los Santos Reyes, del 24 de diciembre y de la Virgen de Guadalupe, entre otras.
A pesar de realizarse en un templo católico y de la influencia de esta
religión, las fiestas que coinciden con el calendario litúrgico cristiano
tienen un sentido profundamente rarámuri. Por ejemplo, la Semana Santa o norirúachi,
que significa “lugar para dar vueltas” - porque se
dan vueltas alrededor del templo durante toda la noche—, es el año nuevo, cuando tiene lugar la lucha entre las cosas
relacionadas con riablo y las cosas que tienen que ver con riosi. Los
representantes de riablo, los juríosi, luchan
contra los representantes de riosi, los morokos. Pintado su cuerpo en algunos casos
con arcilla blanca, los juríosi amenazan
con el desorden y los morokos buscan el orden y la paz. La manera como se pintan los
juríosi depende de la región: en las tierras del norte, como en Norogachi, llevan
pintadas motas blancas, negras y rojas sobre su cuerpo; en las tierras del sur,
como en Satebó, se pintan totalmente de negro,
o en Tónachi se pintan la cara de negro y
el resto del cuerpo con arcilla blanca; en Guadalupe y Calvo se pintan de
blanco, y con arcilla negra dibujan unos lentes
oscuros sobre sus ojos, imitando al narco.
En
norirúachi se oyen los tambores con un mismo ritmo, pero no al unísono.
También se toca la guitarra y el violín, al ritmo de las variadas melodías de “la danza del Paskol”. El tambor repica a partir
del día de la Candelaria y hasta el fin de la Semana Santa, y no se vuelve a
oír hasta la siguiente Candelaria. “La
danza del Paskol” se encarga de que todo lo que está abajo, en el inframundo, no suba: las enfermedades vienen de abajo,
así que hay que bailar mucho para
que no lleguen a la tierra.
Para
los rarámuri, la música alimenta sus arewá o fuerzas, es la que las pone
contentas. La música hace que el tiempo transcurra de manera vehemente, que la noche en vela se disfrute, que todos bailen felices y no
se agoten.
El otro
grupo de celebraciones son las que se realizan en los ranchos, las fiestas de
patio o awílachi, que literalmente
quiere decir, “lugar para bailar”: awí, “bailar”;
la ora, “para”, y chi, que es el locativo; es un patio circular con un altar y tres cruces hacia el oriente. Estas fiestas tienen lugar todo el
año y, con algunas excepciones, se
rigen por el calendario agrícola.
Son fiestas para curar las tierras, a los animales y a la gente,
para pedir las lluvias, agradecer la cosecha.
En las
celebraciones del awílachi se sacrifica
un chivo o una vaca, cuya sangre se ofrece hacia los cuatro rumbos. Con la sangre
del animal y sus entrañas preparan un caldo denominado ramali. Le llaman el
plato del owirúame o curandero, pues
es él quien dice cuántos animales hay que sacrificar para una fiesta. En los
awílachi se oye el son del owirúame, que,
al ritmo de su sonaja, baila y canta, es
decir, ora, porque el baile y el canto son una forma de rezar. También se escuchan flautas, violines y guitarras, que interpretan las músicas respectivas de
“la danza del Paskol”, “la del
Matachín” y “la de las Mujeres”,
esta última llamada pochi (“brincar”).
Otras celebraciones dignas de mención son las de nutema,
que viene de nuté, “alimentar”, dedicadas a los parientes recientemente muertos. Se realizan para darles comida en su largo viaje hacia ripá (“arriba”). Igualmente importantes son las que
se llevan a cabo cuando se entierra a un
difunto o chuwé, lo mismo que las fiestas
de trabajo o napawí nochama, que literalmente significa “juntos trabajar”: una
familia invita a la gente del rancho a laborar
con ellos para construir una barda, hacer adobes o cortar el rastrojo.
Es la estrategia para ayudarse entre sí. Las carreras de bola o rara jipa son otras
de sus fiestas, pero aquí no se
sacrifica a un chivo ni baila el owirúame, sino que se corre pateando una
pelota de madera. Sin embargo, la
función de la fiesta es la misma: la
gente se pone contenta porque está junta y, por eso, los antepasados se ponen
felices. En el rara jipa se apuesta y después se festeja con batari (cerveza de
maíz). Los dos grupos que compiten corren largas distancias pateando la pelota;
cada vuelta se cuenta con una piedra, y gana el equipo que haya dado mayor número de vueltas.
Es
importante que esté un owirúame o curandero en cada equipo, ya que él es quien se encarga de que los corredores estén en
óptimas condiciones: si les duelen las piernas, se las frotan con diversas
hierbas, incluido el jíkuri 12 o peyote o bakanowi, porque “con eso corren más”. Las mujeres corren tramos de la carrera para
alentar a su equipo, gritándoles “¡we sapuka!”,
“¡we jiwersa! “¡más rápido!” ¡más fuerza!”.
Pero las mujeres también tienen su propia carrera, como mencionamos al
principio de esta monografía, la ariweta.
En las
fiestas mujeres y hombres se ponen sus mejores ropas, sus trajes tradicionales
más nuevos, los que sólo usan en esas ocasiones. En la Semana Santa se puede ver
un despliegue de colores brillantes. Cada región tiene sus variantes del
vestido tradicional; por ejemplo, los tarahumaras de los municipios de Morelos
y sur de Batopilas suelen usar las faldas más largas y de manta. Pero también hay muchos, sobre todo hombres, que no usan su vestimenta típica, pues
resulta más barato andar de pantalón y camisa.
Fuentes de trabajo
Gracias
a la explotación de los bosques de la sierra, el territorio tarahumara se
encuentra comunicado por dos carreteras pavimentadas, caminos de terracería y
caminos troceros construidos para la extracción de madera en los lugares más
apartados. Las dos vías de acceso a la sierra son la carretera Gran Visión,
cuya construcción se inició en la década de los setenta y la carretera La
Junta-Creel-Guachochi-Balleza-Parral. Otra importante vía de comunicación
terrestre es el ferrocarril que atraviesa la sierra partiendo de la ciudad de
Chihuahua con destino a Los Mochis, Sinaloa y pasa por Bocoyna-San
Juanito-Creel-Divisadero Barrancas-San Rafael-Cerocahui-Cuiteco-Témoris.
Las
rancherías dispersas en que habitan los tarahumaras tienen como centro un
pueblo; estos pueblos se comunican entre sí por caminos de terracería y
veredas.
Cuentan
con pistas de aterrizaje para aviones y avionetas en varios lugares de la
sierra y hay vuelos comerciales que parten de la ciudad de Chihuahua a algunos
puntos de la sierra.
Los
servicios de energía eléctrica, correos, teléfono y televisión se encuentran a
lo largo de los principales accesos terrestres de la sierra, concentrándose en
los centros de población mestiza. Los centros de población más importantes
donde se concentra el comercio local son San Juanito, Creel y Guachochi. En
ellos también se sitúan los grupos de poder de la región.
Se basa en agricultura, pastoreo, caza y recolección. La
agricultura es fundamental de temporal y para el autoconsumo. Debido a que los
suelos son pedregosos y pobres, el tarahumara utiliza el estiércol -sobre todo
el de cabra- para fertilizar la tierra, por lo que el ganado es una de las
posesiones más valoradas.
Sus principales productos agrícolas son maíz y
frijol con los cuales obtienen parte de su sustento económico. Las tierras de
cultivo se llaman Mawechis, fabrican hachas, arcos, telar de cintura, cocinan
en piedras tiramaisten.
Los Tarahumaras cuentan con tiendas donde veden
sus productos, también en Internet encontramos una tienda de los tarahumaras
donde con ayuda del gobierno venden sus productos.
Se dedican al cultivo del maíz, principal fuente
de manutención de la familia, cría de ganado: vacas, caballos, cabras, borregos
y gallinas. Complementan su economía con la venta de artesanías a turistas. El
narcotráfico es una actividad que tiene un importante lugar en ciertas áreas de
la sierra y que influye en la reproducción social y cultural de los
Tarahumaras; esto ha provocado violencia y el abuso del poder tanto por parte
de los narcotraficantes como de quienes los combaten.
Biodiversidad o eco regiones
La
sierra Tarahumara es escabrosa y quebrada, con bruscos desniveles entre
elevadas montañas y profundas barrancas. Estas dos situaciones constituyen dos
zonas ecológicas distintas.
En las
partes altas de la sierra los suelos son generalmente muy delgados y están
cubiertos de bosques de coníferas. En cuanto estos terrenos son abiertos para
el cultivo, la materia orgánica se pierde en poco tiempo, dejando los suelos en
condiciones de baja fertilidad. La explotación forestal de la sierra ha
provocado la tala inmoderada de los bosques con la consecuente desaparición de
algunas especies de la flora y la fauna de la región, y ha desequilibrado
visiblemente la ecología de ciertas áreas.
Las
tierras susceptibles de cultivo se localizan en pequeñas laderas y mesetas,
donde las labores agrícolas se desarrollan en los meses de clima benigno pues
las bajas temperaturas, en algunos casos, menores a los -100C, se presentan de
octubre a marzo.
Los
pinares se ven acompañados por encinos, álamos, fresnos, robles, táscate,
manzanilla y algunas variedades de plantas desérticas como el nopal, el cactus
de bola y la yuca. Con relación a la fauna encontramos el gato montés, el
coyote, el lobo, el zorro, el zorrillo, la ardilla, el ratón, el topo, el águila,
el zopilote, la codorniz, y el pavo salvaje. En peligro de extinción se
encuentra el puma, el ocelote, el oso gris y el venado cola blanca.
El
descenso de las montañas a la zona de barrancas conduce a calores sofocantes
desde los meses de abril a septiembre, que alcanzan temperaturas hasta de 500C.
Encontramos aquí maguey, palmilla pitahaya y sótol, y árboles de frutas
tropicales como mango, papaya, naranja, limón y aguacate.
Los
principales ríos que irrigan la zona son afluentes del Fuerte, El Tutuaca, El
Papigochi y El Mayo.
Para
los tarahumaras la principal actividad para su subsistencia es el cultivo del
maíz. Alrededor de él se organiza la mayor parte de su vida cotidiana y
ceremonial. Las tierras de cultivo se hallan dispersas en pequeñas mesetas y
laderas, lo que influye en la dispersión de los asentamientos que se organizan
en rancherías. La fragilidad del suelo sólo permite el trabajo agrícola con
instrumentos manuales y de tracción animal. Se utiliza el estiércol de ganado
caprino y vacuno para la fertilización de los campos, aunque en algunos lugares
se depende de los fertilizantes químicos. Aunque existe un rango de
variabilidad, se calcula que la siembra de diez litros de maíz son suficientes
para cubrir los requerimientos de una familia. Ésta es la encargada de realizar
las labores agrícolas y en caso necesario es apoyada por familias de las
rancherías vecinas que son invitadas a una tesgüinada donde se bebe tesgüino,
que se prepara con maíz fermentado y se ofrece a quienes ayudan en el trabajo.
Las tesgüinadas son ocasiones de convivencia social y a través de ellas se
crean y reproducen lazos de reciprocidad. El trabajo agrícola no es sólo una
actividad estrictamente económica, sino que involucra también a la organización
y a la religiosidad tarahumara.
La cría
y el cuidado del ganado es también una actividad importante sobre todo en los
municipios de Balleza, Carichí y Nonoava. Para el tarahumara la posesión de
animales: vacas, caballos, cabras, borregos o gallinas, es un símbolo de riqueza.
Complementan su economía con la venta de artesanías a turistas, el empleo
asalariado en los aserraderos o centros de población más cercanos, así como la
migración en busca de empleo a los estados de Sonora, Sinaloa y Durango.
El
narcotráfico es una actividad que tiene un importante lugar en ciertas áreas de
la sierra y que influye en la reproducción social y cultural de los
tarahumaras, pues además de que ha propiciado el despojo de sus tierras y de
las de otros grupos como los tepehuanos, los guarojíos y los o'oba, ha
significado la violencia y el abuso del poder tanto por parte de los
narcotraficantes como de quienes los combaten.
En
cuanto a la migración permanente, existen más de 35 asentamientos de
tarahumaras en las áreas marginales de la ciudad de Chihuahua. En este espacio
urbano, reproducen buena parte de su cultura, pero sus asentamientos carecen de
la mayor parte de los servicios.